Hay mantras que, a base de escucharlos una y otra vez, acabamos por repetirlos como si de leyes científicas se tratasen. En materia de seguridad vial, uno de los más famosos es la insistencia en relacionar siniestralidad vial con antigüedad del parque automovilístico.
Por un lado, tenemos uno de los parques automovilísticos más antiguos de Europa: 6 de cada 10 vehículos en España tienen más de 10 años, lo que sitúa la edad media del parque en 12 años, casi 4 más que al inicio en la crisis en 2008. Por otro lado, los últimos tres años han sido nefastos en materia de seguridad vial. La siniestralidad ha permanecido tristemente estancada hasta que en 2016 ya no ha podido negarse la evidencia del triste repunte del número de personas muertas en nuestras carreteras. La Dirección General de Tráfico destaca cuatro “circunstancias” para este aumento de la siniestralidad: un incremento del 5% en el número de desplazamientos, más infracciones por consumo de alcohol y drogas, la persistencia en el no uso de dispositivos de seguridad como el cinturón y el mayor envejecimiento del parque automovilístico. “En 2016 se ha producido un aumento de la antigüedad media de los vehículos implicados en accidentes mortales –dice textualmente DGT–. Los turismos en que viajaban los fallecidos tienen una edad media de 13,6 años”. La antigüedad del vehículo ha quedado convertida así en un factor de riesgo de sufrir un siniestro vial. Pero, ¿es científica esta afirmación o es mera hipótesis elevada a la categoría de teoría?
Todos los estudios realizados por empresas o entidades vinculadas a la seguridad vial determinan que un coche viejo es más peligroso que uno nuevo, tanto a nivel de lesividad como de accidentalidad:
Primera teoría: los turismos actuales protegen más y mejor a sus ocupantes porque incorporan más elementos de seguridad pasiva (cinturones, airbags y mejor carrocería) y activa (ESP, ABS, etc, etc…). Los test de evaluación de EuroNCAP vendrían a ser la ley científica sobre la que se sostendría que un vehículo fabricado hoy es mucho más seguro que uno de hace 12 años.
La segunda teoría se basa en que un coche viejo es más peligroso que uno nuevo porque el propio desgaste del vehículo, derivado de su uso, aumenta el riesgo de fallo mecánico y, por tanto, el riesgo de sufrir un siniestro. Pero este argumento ya ha sido desmentido por otros muchos estudios que demuestran que el mantenimiento del coche es una variable aún más importante que la antigüedad en materia de seguridad vial: un coche viejo en buenas condiciones siempre será más seguro que uno nuevo mal mantenido porque el mantenimiento es el que permite mantener la seguridad del coche como cuando era nuevo e, incluso, mejorar sus características dadas las también continuas innovaciones tecnológicas en materia de recambios.
Dicho todo esto, coincidimos en que un coche nuevo es mucho más seguro en cuanto a lesividad (las consecuencias de un siniestro serán menores en un coche nuevo, gracias a sus elementos de seguridad), pero a nivel de accidentalidad la antigüedad no parece tan determinante como a primera vista nos quieren hacer ver si el coche está en buen estado. De hecho, y pese a la reducción del número de víctimas mortales consecuencia de un siniestro vial en la última década, el número de siniestros viales, con o sin víctimas, no ha dejado de aumentar en la medida que ha ido creciendo el parque móvil e incrementándose el número de desplazamientos. Por tanto, tan importante es el factor antigüedad como el factor mantenimiento vehículo. Lo que varía es el mantra, que quizás tendría que poner un poquito más el acento en:
–Inspecciones técnicas mucho más rigurosas;
–mayor persecución y control de vehículos que circulan con la ITV caducada;
–más educación vial, que también pasa por concienciar de la importancia del buen mantenimiento del vehículo;
–y mejor formación de los conductores (a fin de cuentas, el factor humano representa el 90% de la siniestralidad, frente al 5% del factor vehículo).
Hemos obviado, aunque no es baladí, que en el contexto económico en el que vivimos tampoco va a contribuir mucho a reducir la siniestralidad la renovación del parque móvil, por más que nos inviten a la misma, mientras la seguridad continúe suponiendo tan alto sobrecoste sobre el precio del vehículo, con el resultado de que el segmento de turismos más vendidos sea en la actualidad un low cost, o coche de bajo presupuesto, que cumple básicamente con la legislación obligatoria en materia de seguridad. ¡Si la seguridad es el argumento para recomendar el cambio del vehículo, un timo es que haya que pagarla después tan carísima como extra! Y no hablamos tampoco del por qué en materia de seguridad activa ni fabricantes ni administraciones apuesten, además de por ABS o ESP, por otros elementos que también serían muy efectivos para reducir la siniestralidad, como los inhibidores de arranque en caso de haber consumido alcohol y/o drogas o no llevar puesto el cinturón, los adaptadores a velocidad adecuada en función del entorno, etc., etc…