Coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, Miriam, mecánica en Feu Vert, reivindica que a las mujeres conductoras les gusta ser atendidas por mujeres: “Hay mucho trabajo para nosotras en talleres mecánicos. Pero a una alumna por promoción en los grados de FP automoción, va a ser muy difícil acabar con la desigualdad de género en los talleres”.
- “En los talleres faltan chicas por las muchas trabas que nos ponen para estudiar Automoción. Los prejuicios, sesgos y estereotipos educativos, familiares y sociales continúan empujándonos desde niñas a descartar esta profesión, pese a que las empresas están intentando avanzar en igualdad incorporando mujeres a sus talleres”.
- “Cuando a mí se me metió en la cabeza ser mecánica, a mi padre le di un disgusto. Le costó mucho entenderlo porque tenía miedo a que no fuera a ser bien aceptada e, incluso, tratada por mis compañeros. Todo tópicos y creencias erróneas, porque tanto en el centro de Formación Profesional como, ahora, en Feu Vert, soy una compañera más, absolutamente integrada”.
- “No se escoge lo que no se conoce. Y en torno al mundo de la automoción también hay muchos estereotipos y tópicos que no tienen nada que ver con la realidad de lo que es un taller hoy, donde la tecnología y la digitalización es cada vez mayor, con unas opciones de futuro y de empleabilidad enormes y donde las mujeres tenemos mucho que aportar”.
De sanitaria a mecánica en Feu Vert
Miriam Martínez (24 años) no tiene referentes familiares en el mundo de la automoción. Tampoco se sintió vocacionalmente inclinada hacia ningún tipo de carrera profesional cuando terminó los estudios de Bachillerato. Lo único que tenía claro es que no quería ir a la Universidad, así que optó por hacer el Grado Superior de Anatomía Patológica, estudios que terminó convencida de que la medicina no era lo suyo.
Fue entonces cuando se le metió en la cabeza hacer otro grado, pero de Automoción. “Con más de 20 años es cuando te pones realmente a pensar que quieres hacer con tu vida y yo no me veía trabajando en anatomía patológica los 40 o 50 años siguientes –explica Miriam–. Sin embargo, los coches, las motos, los rallies,… Eso sí que me gustaba porque en el grupo de amigos ya había coches y trasteábamos en ellos para saber qué les pasaba”.
Lo que no se imaginaba Miriam era la reacción de sus padres, cuando les comunicó que iba a seguir estudiando, pero para mecánica: “Mi padre puso el grito en el cielo, no entendía que fuese a cambiar un futuro en la medicina por el mundo del motor y un sector de hombres. Le di un disgusto y le costó mucho entenderlo. Por todo, pero fundamentalmente porque tenía miedo de que no fuera a ser bien aceptada e, incluso, tratada por mis compañeros. Mi madre lo vio de otra manera, en línea con que el saber no ocupa lugar y quién sabe si pensando que nunca me iba a dedicar profesionalmente a esto. Fue difícil que lo entendieran. Y hasta que no fueron comprobando que yo estaba contenta y que me iba bien con los estudios estuvieron muy intranquilos, convencidos de que yo, como mujer, iba a tenerlo dificilísimo en un mundo de hombres”.
Por falta de experiencia, nadie te da una oportunidad
Miriam fue la única alumna de su promoción y la de mayor edad entre sus compañeros, quienes en su mayoría habían accedido de forma directa a la Formación Profesional desde ESO, mientras que ella ya contaba con Bachillerato y una formación de Grado Superior. Y este detalle, que no debería ser importante y tendría que resultar banal, es determinante en un sector tan masculinizado, donde las chicas tienen que hacerse valer el doble y demostrar muchísimo más que sus compañeros hombres:
“Claro, gracias a eso los profesores se involucraron mucho conmigo porque desde el principio se dieron cuenta de que ya era una mujer hecha y derecha con las cosas muy claras y una motivación enorme hacia esta profesión –explica Miriam, dejando constancia de su carácter e independencia–. El resto de mis compañeros estaban con un pavo monumental y algún corte se llevaron de mi parte. Aunque eso es lo de menos. Al final fue una experiencia muy bonita y hasta terminé echándome pareja. Graduarme en Automoción ha sido una completa felicidad”.
Lo difícil llegó después, cuando Miriam empezó a buscar trabajo de mecánica, pese a que, a día de hoy, la mayoría de las empresas de la posventa y el mantenimiento de vehículos potencian la contratación de mujeres en los talleres. Recién graduada, tropezó con el escollo de su falta de experiencia: “En el gremio de talleres mecánicos lo habitual es que te pidan experiencia media de 5 años. Echas un currículo tras otro porque hay mucha demanda de mecánicos, pero nadie te da esa primera oportunidad. Es que ni te llaman”.
“Antes de empezar a trabajar en Feu Vert, la única entrevista de trabajo me la hicieron en una empresa de la competencia, pero para sus tiendas. Y, por supuesto, lo descarté porque no quería estancarme ya en un trabajo que no fuera el de mecánica –recuerda Miriam–. Así que cuando en Feu Vert, al decir que tenía 0 experiencia, me dijeron que tranquila, que todos los mecánicos habían empezado un día desde cero, me faltó abrazar a Adrián, el director del centro”.
A las clientas del taller les gusta ser atendidas por una mujer
Miriam se siente feliz porque a sus 24 años trabaja en lo que realmente le gusta. Está contentísima porque su padre ahora es el primero en pedirle consejo cuando tiene un problema con el coche. Está disfrutando un montón de todo lo que aprende junto a sus compañeros en su puesto de trabajo. Y, sobre todo, se siente muy orgullosa cada vez que una clienta del taller se acerca a decirle la satisfacción que le produce que le haya atendido una mecánica:
“En 100 años, para los hombres, el mundo del automóvil evolucionó, pero no cambió porque siempre fue suyo. Las mujeres, sin embargo, hemos tenido que superar muchas barreras. Hace poco más de 40 años no podíamos conducir sin permiso del marido y hoy somos prácticamente la mitad de las conductoras. Aún así, todavía son muchas las mujeres que continúan sin llevar el coche al taller, delegando en los varones de su familia o en amigos porque aún se sienten un poco infravaloradas ante la figura del mecánico que, queramos o no, continúa representada en un hombre. Por eso me alegro tanto cuando también señores vienen a decirme la alegría que les da ver gente joven en el taller. Y me lo dicen a mí, aunque de mi edad hay más compañeros, porque soy una chica. Porque, en el fondo, lo que les gusta es que haya una mujer”.
La ilusión de Miriam sería ahora que todas las chicas que quieran estudiar mecánica pudiesen hacerlo libremente, sin parecer bichos raros. Y por eso se ha prestado a promover y visibilizar la presencia de mujeres en la posventa y mantenimiento de vehículos: “De seguir así, a una alumna por promoción en los grados de automoción, va a ser muy difícil acabar con la desigualdad de género en los talleres mecánicos. Y es una pena porque a las conductoras les gusta ser atendidas por mujeres y, por tanto, hay mucho trabajo para nosotras”.
La posventa tiene que cambiar la percepción de lo que es trabajar en un taller
Para Miriam es la propia posventa la que tiene que contribuir a mejorar la percepción social de lo que es trabajar en un taller: “No se escoge lo que no se conoce. Y en torno al mundo de la automoción quedan muchos estereotipos y tópicos que no tienen nada que ver con la realidad de lo que es un taller hoy, donde la tecnología y la digitalización es cada vez mayor, con unas opciones de futuro y de empleabilidad enormes y donde las mujeres tenemos mucho que aportar”.
Y puntualiza que, si es difícil para todos, cuánto más para una chica, por eso se necesita mucha concienciación: “Porque a las mujeres las dificultades nos las ponen antes. En los talleres faltan chicas por las muchas trabas que nos ponen para estudiar Automoción. Los prejuicios, sesgos y estereotipos educativos, familiares y sociales continúan empujándonos desde niñas a descartar esta profesión, pese a que las empresas están intentando avanzar en igualdad incorporando mujeres a sus talleres”.
Con Miriam no pudieron todos esos prejuicios, sesgos y estereotipos: “Pero porque yo tenía más de 20 años el día que me pregunté que sería de mi vida si al final acababa haciendo lo contrario de lo que realmente quería. Y, como de mi vida se trataba, decidí que no quería acabar siendo una amargada por lograr la aceptación del resto. Aún así he llorado, y mucho, cuando he sentido que personas importantes para mí no me han entendido. Pero, al final, defender mi forma de ser ha merecido la pena porque hoy trabajo en lo que me gusta. Así que, chicas, ¡animaros!”.