Celia Moreno (30 años) es la Embajadora de Feu Vert del #8M 2023. Su carrera de obstáculos para poder llegar a ser mecánica acabó convirtiéndose prácticamente en una maratón que, en algunos momentos, llegó a quebrarla, incluso, romperla. Pero cuando prácticamente tocó fondo, en lugar de amoldarse y dejarse llevar, derribó el último muro. Y ahora sí, ya dice muy alto y sin miedo: “Yo soy mecánica”.
La idea de que los talleres mecánicos continúan siendo cosa de hombres es justamente eso, una idea. Una idea que presupone formación muy técnica, mucha destreza en el manejo de herramientas y maquinaria especializada, además de fuerza. Vamos a obviar que sea también una profesión que erróneamente aún se categorice dentro los llamados oficios “sucios”, en cuanto a que se manipulan lubricantes y grasas que pueden dejar huella en ropa y cuerpo. Sencillamente, porque ya hemos mencionado circunstancias suficientes para alejarnos lo suficiente de las expectativas contempladas por la socialización femenina tradicional.
Nos cueste más o menos reconocerlo, todas y todos tenemos todavía visiones estereotipadas de género y aunque estemos convencidos de que los talleres mecánicos también pueden ser cosa de mujeres, continuamos sorprendiéndonos cuando nos tropezamos con una mujer mecánica. Siendo mínimamente empáticos, seremos sensibles al trabajo, esfuerzo, constancia y dedicación que le ha supuesto a esa mujer mecánica llegar hasta ahí.
Es por ello que cada 8 de Marzo, con motivo del “Día Internacional de la Mujer” y en aras al cumplimiento del Plan de Igualdad de Feu Vert, cada año se elige una embajadora entre las compañeras montadoras con la que poder visibilizar cuáles son las dificultades con las que se han encontrado hasta acceder a su puesto de trabajo en Feu Vert. Y de manera sorprendente, siempre nos tropezamos con una larga carrera de obstáculos que empezó cuando todavía eran muy niñas y dijeron por primera vez en alto “yo quiero ser mecánica”.
Celia Moreno (30 años) es la Embajadora de Feu Vert del #8M 2023. Su carrera de obstáculos acabó convirtiéndose prácticamente en una maratón que, en algunos momentos, llegó a quebrarla, incluso, romperla. Pero cuando prácticamente tocó fondo, en lugar de amoldarse y dejarse llevar, derribó el último muro. Y ahora sí, ya dice muy alto y sin miedo: “Yo soy mecánica”.
Celia: “Mi padre era camarero, pero siempre ha sido un tío muy apañao. Y en casa teníamos un Citroën BX, al que cuando no se le rompía un manguito se le rompía otra cosa. Así que nos pasábamos los domingos en el desguace buscando piezas, cuando no era para el coche de mi padre, era para el de mi tío. Mi primo y yo mirando a ver qué estaba roto. Para mí ir al desguace con mi padre era el eventazo del siglo y donde nació mi afición y mi ilusión por ser mecánica.”
¿Pero al terminar la ESO, no optaste por una FP de automoción?
Celia: “No, yo estudié gestión administrativa y luego comercio, nada que ver. Pero en el instituto veía a los de mecánica, vestidos con su mono, y yo soñaba con que algún día, quizás… Yo quería, pero a mis padres no les hacía demasiada gracia y me decían: “Tú estudia algo que tenga un poco de futuro y ya, más adelante, haces tu hobby”. Y como eso era lo que deseaban, pues renuncié a mi ilusión por ser mecánica y la reparación de coches me la tomé como ellos decían, como un hobby. Pero, para colmo, me eché un novio que era un poco “gilipollas” con lo del coche. En una ocasión, le cambié una rueda y a él, en lugar de agradecerlo, no se le ocurrió otra cosa que llamar a la grúa para que le comprobaran si la rueda estaba bien cambiada. Ahí supe, por un lado, que tenía que dedicarme a esto profesionalmente y, por otro, que con ese tío no iba a llegar muy lejos y que tenía que romper con él. Pero no hice ni lo uno ni lo otro…”.
Terminados los estudios, Celia empieza a trabajar y a empalmar unos empleos con otros: telemarketing, tienda, oficina,… En ningún momento está desempleada, pero no es feliz. Pese a su juventud, ya se siente estancada, aferrada a un sueño del que ni sabe desprenderse, ni quiere renunciar. Es 2019 y decide apuntarse, por fin, al grado medio del electromecánica:
Celia: “Fue una desilusión. Desde el primer día me sentí a disgusto. No porque fuese la única mujer en las clases. Primero, por la enorme diferencia de edad con mis compañeros, yo tenía 10 años más que ellos, así que mal, muy mal. Y con los profesores aún peor. Para empezar, les daba lo mismo que yo compaginara el trabajo con los estudios. Lejos de darme algún tipo de facilidad, me exigían mucho más que al resto por aquello de ser mujer y tenerlo más difícil. Para mí eso no era un apoyo, al contrario, me producía muchísima ansiedad, muchísima, y lo dejé. Acabé abandonando, con la disculpa de que no podía compaginar estudio con trabajo.”
Pero se trataba únicamente de una coartada. “A mí no me ha gustado nunca victimizarme –apunta Celia–. Yo tenía que ser fuerte, fuerte, fuerte,…”. Así había intentado ser también al romper con su novio tras cuatro años de “mal” noviazgo y un diagnóstico de maltrato psicológico. Pero…
Celia: “Reventé. Terminé por los suelos y creyéndome que no era nada. No tenía ganas de nada y mi único escape fue el trabajo. Trabajar, trabajar, trabajar hasta reventar. Trabajar para no enfrentar y eso fue muy malo. Porque la caída fue muy heavy y ya, en plena pandemia, además. Después de estar 25 días seguidos trabajando sin librar, para no vivir, para no pensar, me rompí. No quise volver a tocar el ordenador, no quise atender una llamada más, no quise nada, ya no quise… Al principio, ni siquiera enfrentarme a la depresión que sufría y que, aún a día hoy, continúo tratando.”
Cuando sientes que tienes el abismo por delante es muy difícil ponerte otras gafas para contemplar la vida. Un cosa es un malestar emocional y otra diferente una depresión en la que han desaparecido o pierdan importancia las metas y uno se cuestiona el sentido de la vida. Se necesita ayuda profesional para poder pasar a la acción y deshacerse de la culpa. Ay, la culpa, que destructiva es, cuando no hay motivo objetivo que la justifique:
Celia: “Trabajo con mi psiquiatra eso y parece que he hecho muchos avances. Pero aún así no paro de decirme que no soy suficiente. Ese complejo de que podría hacer más todavía lo llevo dentro, aunque lo voy mejorando poquito a poquito. De lo contrario sería un desgaste mental horrible.”
Es fácil decir que no debemos de ser tan duros con nosotros mismos, ser más compasivos y confiar en nuestra capacidad de logro. Al ir a terapia, Celia ya sabe que la única manera de salir del pozo es haciendo pequeñas cosas que le acerquen a su objetivo. Y el objetivo tiene que ser continuar con la vida sintiéndose bien:
Celia: “Cuando me dije y me convencí de que tenía que cambiar de vida, empecé a buscar certificados profesionales especializados en mecánica. Así fue como di con Autoescuela Gala y su división de Gala Formación. Allí me encontré ya con gente adulta, con práctica profesional en mecánica, estudiando y trabajando sobre coches de la autoescuela y de clientes que tenían que arreglarse y seguir rodando. Así vas especializándote en pequeñas parcelitas. El 24 de febrero terminé las últimas prácticas y ya planeo qué próximo curso voy a hacer. Así ha sido como he vuelto a salir de casa y a socializar. Al final, en estudiar mecánica es donde he encontrado yo mi tablita de salvación.”
¿Y nuevo novio y nuevo trabajo?
Celia: “Pues sí. Mi novio es mecánico también y ahora es con él con el que voy al desguace al despiezar en serio. En diciembre debuté como mecánica en los talleres de la competencia e inmediatamente después hice una entrevista en Feu Vert y aquí estoy, en el centro de Rivas (Madrid). Aunque la entrevista la hice para el puesto de mecánica, había una vacante en tienda que era urgente cubrir. Así que, ocupé yo ese puesto, en el que parece que me voy a quedar, a tenor de los resultados. Pero estoy contenta porque, si hace falta, puedo echar siempre una mano en el taller. Lo importante, además, es que por fin he fijado mi objetivo y lucharé por conseguirlo.”
Ninguna vida, ninguna carrera profesional nace de la nada. En todos los casos, toca arremangarse y ponerse en acción. Por el camino, habrá obstáculos, pero los muros no deben ser tan altos como que para superarlos debamos de poner en riesgo nuestra salud física y mental. Tampoco deberían ser tan inalcanzables como para tener que renunciar ellos. Y más si la única traba, es ser mujer. ¡Muchas felicidades, Celia, por este 8M que para ti será, por fin, muy especial! (y muchísimas gracias por compartir tu testimonio).
Celia: “¡Feliz 8 de marzo, compañeras!”