Según la DGT, el 29% de los fallecidos en siniestros viales son personas de más de 65 años –teniendo en cuenta peatones únicamente, el 58% de los fallecidos en atropellos en 2013 tenían más de esta edad–. El riesgo de mortalidad en este grupo de población es del 4,3%, frente al 1% en el resto de grupos de edad.
¿Son más imprudentes los mayores conduciendo o cruzando una calle? No. Simplemente son más frágiles que las personas jóvenes. Se recuperan peor de los traumatismos y las secuelas de éstos, en algunos casos, son fatales.
Para promover la seguridad y reducir el riesgo es fundamental la concienciación y adoptar medidas de mejora vehículos y pasos de peatones. Pero también apuntarse a hábitos de vida saludables que mantengan en forma el vehículo más valioso que tenemos: nuestro cuerpo.
La Fundación Mapfre ha publicado un informe –“Atropellos y personas mayores: lesiones, factores y propuestas” – en el que valora las consecuencias, circunstancias y factores que intervienen en este tipo de siniestros. En el mismo llama la atención que, en muchas ocasiones, los atropellos se producen a velocidades muy bajas, sin apenas daños en los vehículos y, pese a ello, las consecuencias resultan fatales para los peatones mayores, ya de modo inmediato o varios meses después del siniestro.
El riesgo al que se enfrentan en materia de seguridad vial los peatones de más de 65 años es una realidad al que hay que dar respuesta. A las buenas propuestas presentadas en su estudio por la Fundación Mapfre, se suma además “Movilidad Senior, el camino de todos” presentado por Liberty Seguros y el Real Automóvil Club de España (RACE). El proyecto se fragmenta en dos ejes: por un lado, una campaña de concienciación a modo de “road show” que recorrerá cuatro ciudades españolas –Granada, Alicante, Salamanca y Santiago de Compostela– y que contará con un aula móvil de información y formación sobre seguridad vial para mayores de 65 años. Por otro, estas actividades servirán para hacer entrevistas a los asistentes con el objetivo de elaborar un estudio sobre movilidad senior.
Es un hecho que la población envejece y con ella el censo de conductores y peatones de más de 65 años. En las próximas décadas lo hará aún más, por lo que es muy importante concienciar a todos –a los mayores de 65 y los que les quedan 20 años para llegar a los 65– de la importancia de mantener unos hábitos de vida saludables: buena dieta alimenticia, ejercicio físico correcto y eliminar hábitos nocivos como tabaco y alcohol. Porque del buen mantenimiento de nuestro “vehículo” puede depender, en caso de siniestro, la vida.
Alimentación saludable
Traumatismos –sobre todo craneoencefálicos– y fracturas son las lesiones más habituales en caso de atropello. Pero en el caso de las personas mayores, las fracturas de cadera y piernas son más habituales. Es la consecuencia lógica de la pérdida de masa ósea que empieza a producirse a partir de los 30-35 años y que se acelera en el caso de las mujeres en el momento de la menopausia. No se puede evitar, pero sí retrasar considerablemente.
¿Cómo? Incorporando a nuestra dieta diaria alimentos naturales ricos en calcio: leche y yogur, quesos frescos y curados, verduras, frutos secos y, en menor cantidad, carne y pescado. Así alimentaremos nuestro esqueleto, pero también mantendremos a tono los músculos, la actividad cardiaca y la coagulación de la sangre. 1 vaso de leche + 1 yogur + 1 ensalada + 30 gr. de queso o frutos secos al día nos aportarán la cantidad de calcio recomendable.
Y tan importante como el calcio es la vitamina D. Pero los únicos alimentos ricos en esta vitamina son los aceites de hígado de pescado, que no existen en nuestra dieta. La vitamina D la obtenemos por la formación de la misma en la piel al recibir ésta la luz del sol.
Ejercicio físico razonable
Andar una hora al día es fundamental también para mantener los huesos fuertes y retrasar su desgaste natural. Pero también para mantener la flexibilidad y movilidad articular, determinantes para el control de la postura, el equilibrio y la coordinación. Las personas que caminan de modo frecuente tienen la misma capacidad funcional que las personas sedentarias 20 o 30 años más jóvenes. Y, para más inri, menos riesgo de contraer enfermedades ligadas al sedentarismo –diabetes, hipertensión, etc.–.
La aceptación humilde del paso del tiempo
Con la edad no solo nos salen canas y arrugas. Todo nuestro organismo se oxida, pierde fuerzas y reflejos: disminuye nuestra capacidad de oír las frecuencias más altas, por la oxidación de algunas células del oído; sufrimos de vista cansada y además necesitamos más luz para ver claramente; tomamos más medicamentos, etc.
Aceptar que no somos los mismos que cuando teníamos 20 años, ajustándonos a nuestras nuevas capacidades, no solo contribuirá a sentirnos mejor con nosotros mismos, nos ayudará a evitar riesgos que pongan en peligro nuestra vida. La sabiduría de la edad nos permitirá continuar disfrutando de nuestras actividades, ser peatones y conductores más concienciados y prudentes, dejando el mejor legado a aquellos a los que queremos: nuestro ejemplo.
