El transporte público es sinónimo de eficiencia energética, sostenibilidad ambiental y, por supuesto, también económica y de seguridad vial. Contribuye a vertebrar el territorio y a la igualdad de oportunidades, supone la alternativa más ecológica para los desplazamientos que no se pueden hacer en bicicleta o andando y es el gran aliado de la seguridad vial para alcanzar 0 víctimas en calles y carreteras.
El metro y los cercanías que operan con energía eléctrica no emiten gases contaminantes, por lo que su contribución al deterioro de la calidad del aire es nula. Los autobuses con motores de combustión, por el contrario, sí contaminan. La UE ha determinado que, a día de hoy, son los responsables del 9% de las emisiones contaminantes. Sin embargo, el ratio de emisión de los modos de transporte por carretera se mide por el número de viajeros transportado, de modo que se establece que un autobús con 5 personas, incluido el conductor, contamina lo mismo por viajero que un automóvil con una ocupación de 1,5 personas.
A nivel de eficiencia energética, el autobús tiene un consumo energético cuatro veces menor que el vehículo particular que, a su vez, tiene un consumo energético de prácticamente el doble que el metro y el cercanías. El autobús es, por tanto, el transporte público que menos energía requiere, dado que el metro y el cercanías necesitan de una fuerte inversión energética en la construcción de su infraestructura –mayor en el caso del cercanías– y de un importante y continuo aporte para el mantenimiento del sistema –mayor en el caso del metro–.
El tráfico rodado es, además, la principal fuente de contaminación acústica, siendo responsable de un 80% del ruido en las ciudades. Y todo ello sin contar con que el espacio público que ocupa un viaje medio de casa al trabajo en coche es 90 veces mayor que el mismo viaje efectuado en metro y 20 veces más que si se realiza en autobús o tranvía. A más coches circulando, menos eficiencia energética, más contaminación, más ruido, más atascos y más congestión. La única forma de terminar con los atascos pasa por fomentar el transporte público y el no motorizado, y poner límites al vehículo particular. En esto estaban la mayoría de las administraciones locales cuando, de pronto, apareció la COVID-19…
El miedo al contagio de coronavirus
La pandemia del coronavirus provocó una reducción considerable del uso del transporte público en España y en el resto de Europa. Se debió, fundamentalmente, a la preocupación por el riesgo de contagio del virus, pese a los informes de las agencias sanitarias de que únicamente entre el 0,2 y el 1,2% de las transmisiones pudieron rastrearse en medios de transporte. Estos datos han sido resaltados por multitud de estudios, que no dejan de subrayar que el transporte público es muy seguro si se mantienen las medidas de seguridad adecuadas (mascarillas y distancia de seguridad).
La accesibilidad es un derecho que debe garantizarse mediante transporte público
Garantizar un servicio público de movilidad sano, seguro y eficaz tiene que ser un compromiso de todas las administraciones, de modo que el transporte público se convierta en una alternativa competitiva y atractiva, que reduzca los tiempos de viaje con respecto al vehículo privado, garantizando la accesibilidad de las personas con movilidad reducida o discapacidad y otros grupos de población vulnerables, con el objetivo de contribuir a su plena autonomía e integración social.
Y es que es muy importante recordar que el transporte público es absolutamente necesario para una parte muy importante de la población que no tiene alternativa de movilidad, grupos sociales claves como los menores y las personas ancianas, así como las personas que, por su vulnerabilidad económica, no disponen de vehículo privado. No hay que olvidar que en España, el 43% de la población no dispone de permiso de conducir. También es importante tener siempre presente a todas aquellas personas que, además, no viven en zonas urbanas y que se sienten absolutamente desamparadas ante la falta de transporte público en sus localidades por las dificultades de desplazamiento a centros sanitarios y educativos, no digamos ya al trabajo.
Si se redoblase la apuesta por el transporte público, aumentase su oferta en hora punta y se diese servicio a aquellas zonas a las que aún no llega, todos iríamos aparcando nuestro vehículo privado poco a poco, dadas las ventajas sociales, pero también los beneficios individuales que aporta.
5 motivos por los que redoblar la apuesta por el transporte público
- Mejora la salud mental. Aprovechar el trayecto ida vuelta en transporte público para escuchar música, leer la prensa o un libro, revisar nuestros perfiles sociales o simplemente dejarnos llevar por nuestros pensamientos, es una buena forma de desconectar del trabajo, alejar el estrés y descansar.
- Supone un considerable ahorro respecto al vehículo particular. Usar el transporte público resulta más barato que el vehículo privado, recordando siempre que al combustible de nuestro automóvil hay que añadirle los gastos de mantenimiento, seguro, aparcamiento,…
- Reduce los tiempos de desplazamiento: en las grandes ciudades los atascos son diarios y, además, a ello hay que sumarle el tiempo de buscar aparcamiento en zonas saturadas. Por el contrario, en el transporte público, generalmente, se llega sin complicaciones y sin estrés.
- Menos hipertensión arterial, sobrepeso y diabetes. Un grupo de investigadores del Centro Moriguchi de Salud en Osaka (Japón) comparó a los viajeros de autobús y tren, a los peatones y a los ciclistas y por otro lado a conductores y ajustó los resultados por otros factores como edad, sexo, tabaquismo y otros. En comparación con los conductores, los usuarios de transporte público resultaron ser un 44% menos propensos a presentar sobrepeso; un 27% menos propensos a tener presión arterial alta y un 34% menos propensos a padecer diabetes. Curiosamente, los viajeros de transporte público tuvieron tasas aún más bajas de hipertensión arterial, diabetes y sobrepeso que los que iban andando o en bicicleta. Los investigadores sugirieron que una explicación podría ser que estos viajeros en realidad caminaban más hacia y desde las paradas de bus, metro o tren que los que iban andando o en bici al trabajo.
- Reduce la siniestralidad. El transporte público es el gran aliado de la seguridad vial para alcanzar 0 víctimas en calles y carreteras. La tasa de siniestralidad del autobús es la más baja de todos los modos de transporte por carretera, contribuyendo a reducir, tanto la pérdida de vidas humanas, como los costes en términos de asistencia sanitaria y las minusvalías por siniestro de tráfico. El transporte público es, además, la medida más eficaz para reducir los accidentes laborales in itínere, responsables del 13% de los accidentes de trabajo.
#EnFEUVERTnosMOVEMOS”
Un año más, del 16 al 22 de septiembre, participamos en la Semana Europea de la Movilidad fomentando los desplazamientos ida y vuelta al trabajo caminando, en bicicleta o patinete, transporte público y vehículo compartido. Todos los kilómetros sostenibles sumados durante la #FeuVertSEM2021 se “traducirán” a KG. de CO2 no emitidos a la atmósfera y, a su vez, en euros que servirán para seguir replantando encinas y fresnos en el Parque Natural de La Pedriza (Madrid), dentro del programa de reforestación de bosques autóctonos llevado a cabo por Reforesta.