Solo en España la hipertensión afecta a casi 14 millones de personas, lo que representa algo más del 40% de la población adulta. De hecho, a día de hoy es el principal motivo de consulta de atención primaria. Pero ¿cómo afectan estos datos a la seguridad vial?
El Reglamento General de Circulación dice vagamente que para resultar apto en el reconocimiento médico: “No deben existir signos de afección orgánica ni valores de presión arterial descompensados que supongan riesgo vial”. Lo que se traduce en que los pacientes hipertensos correctamente tratados no deben ser excluidos de la conducción salvo que exista descompensación manifiesta.
Relacionando conducción de vehículos y valores de presión, podríamos presuponer que la conducción puede producir estrés capaz de modificar la presión arterial y que esta modificación sería mayor en pacientes hipertensos. Sin embargo no hay estudios recientes sobre la influencia de la conducción de vehículos en la hipertensión arterial y sobre la participación que ésta pueda tener en los accidentes de tráfico. Solo un antiguo informe realizado por los servicios de urgencia de la Comunidad de Madrid en 2006, ofreció datos: el 6,6% de los conductores implicados en accidentes de tráfico eran hipertensos. Teniendo en cuenta la cifra, este porcentaje es claramente inferior al de pacientes hipertensos que conducen, que deben oscilar entre el 30 y el 40%.
¿Qué condiciona que un hipertenso sea considerado apto para conducir?
Sencillamente tener un buen control de la enfermedad, el cumplimiento del tratamiento y su control médico periódico. Esta situación debe acreditarse en el centro de reconocimiento médico presentando un informe favorable emitido por el cardiólogo.
¿Y qué ocurre con la medicación?
Quizás en este punto esté la auténtica clave para que los conductores hipertensos no pongan en riesgo su seguridad vial.
- Es desaconsejable conducir al inicio del tratamiento hasta que el médico establezca la dosis correcta que controle la presión arterial y ésta sea bien tolerada con el paciente. Con frecuencia, además, será necesario asociar dos o tres fármacos, lo que multiplica el número de efectos secundarios que incapacitan para la conducción.
- La limitación para conducir por la interacción de los medicamentes y la adaptación a los mismos en la mayoría de los casos será transitoria. Pero en ocasiones puede ser permamente, impidiendo la capacidad de conducción para siempre. No se puede conducir con síntomas que disminuyan la capacidad psicofísica.
- Evitar las situaciones desencadenantes, reconocer los primeros síntomas de una descompensación y saber cómo subsanarlos es fundamental. Su médico siempre le advertirá de los síntomas producidos tanto por la hipertensión como por su medicación, pero si éstos se presentan conduciendo, detenga el vehículo en lugar seguro y apague el motor.
- Es conveniente llevar un informe médico dentro del vehículo y a la vista, por si es necesaria la asistencia en carretera o el traslado a un centro médico. Además, los conductores cuya tensión sufra cambios a pesar del tratamiento, deberían llevar en sus viajes su esfignomanómetro personal, confirmando en alguna parada que tienen la tensión en límites normales.
- Extreme las precauciones, evitando las situaciones de estrés. Evite las aglomeraciones de tráfico, las discusiones al volante o los disgustros gratuitos. Conduzca siempre descansado.