Más de 25.000 conductores denunciados por exceso de velocidad, no uso del cinturón, consumo de drogas y/o alcohol o por falta de mantenimiento del vehículo, de entre el medio millón de vehículos controlados, es el balance de la última campaña de vigilancia en carreteras convencionales que la Dirección General de Tráfico ha realizado en mayo. Unos controles que se anuncian de forma previa en todos los medios de comunicación nacionales y locales para que se extremen la precauciones. Y de los que todavía algunos “pasamos”
En una semana, 14.603 conductores fueron denunciados por exceso de velocidad. 1.339 personas fueron detectadas sin hacer uso del cinturón de seguridad, de las cuales 56 eran menores. Más de 1.000 vehículos fueron denunciados por circular con importantes deficiencias técnicas, 36 de los cuales tuvieron que ser inmovilizados por suponer un alto riesgo para la seguridad vial. 1039 conductores dieron positivo en controles de alcohol y 419, en drogas. 785 conductores fueron denunciados por usar el móvil mientras conducían. 51 motoristas, por circular sin casco. 318 conductores fueron multados por realizar un adelantamiento antirreglamentario y otros 265, por saltarse un Stop o Ceda el paso. Otros 1.225 conductores no tenían al día la documentación del vehículo, la mayoría no había pasado la ITV… Y así hasta un total de 24.954 denuncias en 7 días en una campaña de vigilancia integral realizada por la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil publicitada en todos los medios de comunicación habidos y posibles.
A estas alturas de patio es difícil imaginar que haya gente que aún no se entere de las noticias –en este caso concreto que va a haber una campaña de vigilancia en carreteras convencionales–, teniendo en cuenta que, a día de hoy, a los medios convencionales (radio, televisión, etc…) se suman las redes sociales como medio de difusión de las campañas. De hecho, si de algo pecamos en la actualidad es de estar sobreinformados. No es broma. En psicología hasta existe ya un síndrome, el IFS (information fatigue syndrome), de fatiga por exceso de información. Entonces, si cabe descartar el desconocimiento, ¿por qué un 5% de los conductores infringe las normas pese a saber que puede toparse con la Guardia Civil?
Quizás la clave haya que buscarla en esa frase de Francisco Gavilán, autor de “Malas costumbres españolas”, que dice que: “En España nos llegó antes el dinero para comprar un coche, que la educación para conducirlo”. Y para un pequeño porcentaje de la población –quién sabe si ese 5% que constata los datos de la campaña de vigilancia de la DGT – todo está permitido, especialmente lo que está prohibido. En nuestra ignorancia, todavía infringimos la norma, sencillamente, porque no la consideramos importante. Cada día somos más individualistas, defecto que llevamos al grado “sumum” cuando nos subimos a nuestro propio coche.
A lo mejor hay a quién esto no le parece ni tan importante ni tan grave. Pero la soberbia de quién infringe, aún sabiendo que hay controles, es un rotundo menosprecio por la vida del resto de usuarios de la carretera. Sí, sabemos que otra mala costumbre española es reírse del ciudadano sensato que pone en evidencia nuestras insensatas actuaciones. Pero no se puede rehuir esta responsabilidad cuando nos va la vida en ello.