La Dirección General de Tráfico (DGT) estudia rebajar a cero la tasa de alcoholemia permitida, de manera que solo se pueda conducir sin haber consumido ni una gota de alcohol. Aunque la iniciativa no figura en su agenda inmediata, fuentes de Tráfico no descartan la posibilidad de adoptar con el alcohol el mismo criterio que con las drogas: TOLERANCIA CERO. El código de circulación permite una tasa de alcohol no superior a los 0,5 gm/l de sangre o 0,25 mg/l de aire espirado, un nivel que para los jóvenes conductores con menos de dos años de carné y para los profesionales se reduce a 0,3 gm y 0,15 mg, respectivamente.
Aunque la cifra se ha reducido a la mitad en la última década, todavía hoy el 38% de los jóvenes admiten beber cuando conducen. Así las cosas, no sorprenden las estadísticas: los accidentes de tráfico continúan siendo la primera causa de muerte entre la población menor de 30 años; casi la mitad de esas muertes se produce en fin de semana y por la noche; y entre el 50% y el 60% de los jóvenes involucrados en un accidente dieron positivo en alcohol. ¡Tremendo! Porque si cuando hablamos de accidentes siempre citamos el número de víctimas mortales, a estos accidentes habría que añadirles el número de víctimas colaterales con lesiones irreversibles que obligan a la persona a depender, por ejemplo, de una silla de ruedas de por vida.
El alcohol SIEMPRE AFECTA A LA CONDUCCIÓN
No hace falta ir “cargado”, desde la primera bebida, el alcohol llega a la sangre, impregna todo el organismo incluido el cerebro y el conductor empieza a tener problemas. Son tantos los efectos que produce el alcohol en la conducción que sería imposible enumerarlos todos, pero describamos los más importantes:
- Sobre el comportamiento: Si los jóvenes de por sí son ya el colectivo con mayor sobrevaloración de su capacidad al volante y mayor predisposición a asumir riesgos, el alcohol multiplica su confianza y disminuye su sentido de responsabilidad y prudencia. El típico “yo controlo”.
- Alteración en el tiempo de reacción: A partir de 0,5 gm/l, la capacidad del conductor disminuye de forma considerable. El alcohol produce una importante lentificación de las respuestas frente a las estimulaciones sensoriales, disminuyendo los reflejos y el tiempo de reacción.
- El alcohol deteriora sobre todo el sentido de la visión y todos los procesos sensoriales y perceptivos relacionados con ella.
- Trastornos psicomotrices: El alcohol produce descoordinación motora, es decir disfunciones de acomodación entre los impulsos cerebrales y la reacciones motrices.
- Cambios en el nivel de activación-alerta: Como depresor, el alcohol disminuye los reflejos y multiplica el cansancio, favoreciendo los estados de somnolencia y pequeñas pérdidas de conciencia de los riesgos de la carretera y del vehículo.
- Disfunciones en la percepción: El alcohol modifica las percepciones sensoriales incrementando los problemas de captación, interpretación y reconocimiento correcto de las señales viales y las provinientes de otros vehículos.
Las infracciones más frecuentes bajo los efectos del alcohol
- Detenerse sin causa justificada.
- No guardar la distancia de seguridad entre vehículos.
- Realizar giros con excesiva amplitud. Circular por el carril incorrecto.
- Circular invadiendo el carril contrario. Responder tarde a la señalización.
- Conducir de forma errática.
- Efectuar adelantamientos antirreglamentarios.
- Señalizar de manera incorrecta las maniobras. No utilizar de forma adecuada las luces.
- Circular por dirección prohibida.
- Salir de las zonas de circulación.