El asma y las enfermedades respiratorias han duplicado su prevalencia desde 1980 y hoy el 10% de la población infantil padece algún tipo de patología respiratoria; los trastornos del espectro autista, el déficit de atención y la hiperactividad afecta a uno de cada 80 nacidos vivos; además de la obesidad, las enfermedades endocrinológicas continúan su pauta ascendente y el cáncer infantil y adolescente incrementa su incidencia entre el 1 y el 1,5% anualmente… Todas estas enfermedades han sido señaladas por las autoridades sanitarias como trastornos relacionados con el medio ambiente, lo que ha empujado a la Asociación Española de Pediatría (AEP) a crear un Comité de Salud Medioambiental.
Europa ha vuelto a reclamar a España explicaciones por los incumplimientos de las normas de calidad del aire europeas y nuestros altos niveles de contaminación. Tenemos abiertos muchos expedientes, pero el próximo día 30 nuestro gobierno tendrá que responder ante el Tribunal de Justicia de la UE por la superación crónica de los límites legales de dióxido de nitrógeno (NO2) –procedentes de los tubos de escape– y de las partículas PM10 –procedentes del tráfico rodado y de las actividades industriales–. Si España no toma medidas, habrá consecuencias legales por poner en riesgo la salud de sus ciudadanos.
De acuerdo con las estrategias internacionales en materia de salud y medioambiente, todos los Ministerios de Salud y Medio Ambiente pusieron en marcha en 2007 los mecanismos necesarios para elaborar en sus respectivos países un Plan Nacional de Salud y Medio Ambiente que recogiese las líneas prioritarias comunes para reducir la incidencia de enfermedades asociadas a factores de riesgo ambiental. En nuestro país se creó un comité científico, que bajo la gestión del Instituto Carlos III, elaboró y redactó este plan. Y hasta ahí podemos leer porque no se volvió a saber más de él. En 2011, Mariano Rajoy eliminó el Ministerio de Medio Ambiente y el proyecto de plan quedó arrinconado en un botón de la web del actual Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.
Disminuir los niveles de contaminación a los que está expuesta la infancia era una de las bases de este Plan. Partos prematuros, cáncer, alteraciones endocrinas, trastornos del desarrollo neurológico y enfermedades respiratorias aumentan su incidencia consecuencia de la contaminación. Y entre las medidas imprescindibles a ejecutar: restricción del uso de vehículos, limitación del tráfico en entornos escolares, incentivar la peatonalización y el uso de bicicletas, facilitar los caminos seguros al cole, aumentar el contacto de la infancia con la naturaleza y los espacios libres de humos,…
Para la Asociación Española de Pediatría el tema es más serio de lo que nos quieren hacer ver: “más de dos tercios de la población infantil tiene su salud y su vida amenazada por riesgos medioambientales presentes en sus hogares y en los entornos en donde crecen, aprenden y juegan”. Es por ello, que desde la Asociación se ha creado un Comité de Salud Medioambiental, que facilitará a los pediatras, profesionales sanitarios y todos aquellos responsables de la salud de los niños y adolescentes de nuestro país, las herramientas para crear ambientes saludables para la población infantil y juvenil.
De entre todas las propuestas hechas, no podemos pasar por alto la de restringir el uso de vehículos en entornos escolares y facilitar, en la medida que sea posible, los itinerarios a pie o en bicicleta, una recomendación ya establecida como objetivo prioritario o RPGs (Regional Priority Goals) en 2004 en la Declaración de Budapest, firmada por todos los Ministerios de Salud y Medio Ambiente de la UE, incluido el entonces nuestro. La Declaración de Budapest recalcaba, entre otras muchas, tres acciones específicas: la educación de padres, profesores y niños sobre el efecto de los contaminantes en la salud; establecer sistemas de motorización y alerta de niveles de contaminación ambiental, no solo en ciudades, también es centros públicos como hospitales y colegios; limitar el acceso de vehículos en zonas escolares y restricciones en todos los lugares que son fuente de emisión de contaminantes.
Esto explica que en muchos países europeos se estén llevando a cabo experiencias piloto que prohíben el paso de automóviles por calles aledañas a los colegios. Reino Unido, por ejemplo, aplicará esta restricción los lunes y martes, desde el próximo mes de febrero, en todos los centros educativos adheridos al programa STARS, que promociona los desplazamientos activos a la escuela, tanto en bici como a pie.
La educación vial no puede separarse de la educación medioambiental, es hora de que caminen de la mano. Como a la inversa, va a llegando el momento de separar y dejar de asimilar la tolerancia al respeto –no son sinónimos, basta con consultar el diccionario–en las puertas de los colegios. El respeto a la salud de nuestros niños, tiene que prevalecer sobre la tolerancia que tenemos con los papás que cada mañana y tarde nos intoxican con sus tubos de escape en la entrada del cole. Sin dejar de respetar su creencia errónea de que no hay otra forma de llevar a los peques al colegio, lo intolerable es seguir poniendo en riesgo la salud de nuestra infancia.
