Los medios de comunicación galos no hablan de otra cosa. Las 18 medidas presentadas por el primer ministro francés Edouard Philippe para reducir la siniestralidad vial en las carreteras no han gustado a los franceses. Y no precisamente por la reducción de la velocidad en carreteras convencionales a 80 km/h, si no por las nuevas políticas de vigilancia y sanción: la policía confiscará los vehículos de todos aquellos conductores que superen el 0,8 en un control de alcohol, prohibirá los manos libres, retirará el carné de conducir en el momento a todos aquellos que, hablando por el móvil, cometan otra infracción…
En Francia, se continuará informando públicamente de las campañas de vigilancia de velocidad, pero no de los controles de alcohol y/o drogas. Estos últimos volverán a realizarse sin previo aviso y de la forma más indetectable posible para evitar su difusión a través de aplicaciones móviles. En caso de positivo en drogas y cuando la tasa de alcohol en sangre sea igual o superior a 0,8 gramos por litro, al conductor se le decomisará el vehículo durante un periodo de 7 días. Esta incautación está directamente vinculada con otra de las medidas anunciadas por el gobierno francés porque, si la tasa de alcoholemia deriva en una condena penal con retirada del permiso de conducir, esta suspensión podrá evitarse colocando un inmovilizador del alcohol o etilómetro en el vehículo. El objetivo de esta medida es incrementar el uso de alcolocks –dispositivo que impide el arranque del coche cuando se ha bebido– con el fin de reducir las reincidencias en alcoholemia.
Tras varios intentos fallidos, Francia prohibirá los manos libres. “Hay que acabar con la idea errónea de que el riesgo radica en la manipulación del teléfono, cuando el verdadero peligro proviene de la pérdida de atención –explica Edouard Philippe, primer ministro francés–. El manos libres no elimina la fuerte carga mental adicional que supone concentrarse en una conversación telefónica y reduce severamente la atención para conducir”. Así, si hasta ahora se sancionaba el uso del teléfono sosteniéndolo en la mano, a partir de la entrada en vigor de la norma se sancionará simplemente su uso –con la mano o en modo manos libres– con 135 euros y la retirada de 3 puntos del permiso. Pero la medida llega mucho más lejos porque la policía podrá “retener” el permiso de conducir de los conductores que, hablando por el móvil, cometan simultáneamente otra infracción, como saltarse un stop, exceder la velocidad permitida, etc., etc…
A estas medidas se suman la reducción de la velocidad máxima en carreteras convencionales de 90 a 80 km/h y, en ciudad, donde hace años ya que llevan instauradas las zonas 30 km/h, la desaparición de las plazas de aparcamiento adyacentes a los pasos de peatones. El gobierno francés ha anunciado que se incrementarán también la vigilancia y sanción a los conductores que no respeten la prioridad peatonal.
Como es de suponer, a los franceses no les ha gustado nada el anuncio de su primer ministro. En una encuesta realizada la semana pasada en la televisión pública, France Télévisions, seis de cada diez consultados se manifestaban absolutamente en contra. Como en España, cualquier decisión política que afecte a la “libertad” de movilidad, “toca lo íntimo”. “Desde que en la década de los 60 nos convencieron de que el coche es el símbolo de nuestra libertad, hemos convertido nuestro auto en un espacio privado, tan familiar e íntimo, que nos cuesta aceptar que venga alguien de fuera a imponernos lo que tenemos que hacer. Obligarnos a conducir a determinada velocidad o decirnos lo que podemos o no hacer mientras conducimos, nos lo tomamos como algo personal, como si nos estuvieran imponiendo poner la calefacción de casa a 19 grados –explicaba en la televisión francesa Hervé Marchal, famoso profesor francés autor de “Un sociólogo al volante”–. Para colmo en la actualidad nos venden el individualismo, el empoderamiento de poder hacer y vivir como queramos y eso nos está haciendo olvidarnos de la cara y de los ojos del resto. Al volante solo vemos otros coches, no personas, y el único otro que reconocemos es al policía o gobernante de turno, que creemos solo está para “jod…”.
En línea con el lema nacional del gobierno francés, “Sécurité Routière: tous responsables” (Seguridad vial: todos responsables), Marchal está concediendo estos días una entrevista detrás de otra concienciando a los franceses de que la conducción no es una actividad privada si no pública que tiene que ser vigilada y, si es necesario, sancionada por las instituciones públicas porque esos vehículos que ciertamente tanta libertad personal nos proporcionan, lastiman a muchos que disfrutan esa libertad, y lo que es peor, también a terceros. Son 3.477 las personas fallecidas en 2016, convirtiendo a Francia en el país de la Unión Europea con más víctimas mortales en siniestros viales. Ante esta tragedia, lo indignante es que el gobierno no hubiese tomado medidas.