En Madrid lo que puntúa es ser sufrida “mamá-taxi” y llevar a los peques en coche hasta la puerta del cole. Pues yo voy a montar un bicibús.
Por Maite Cañamares
Mantengo viva esa imagen de decenas de bicicletas tiradas por el suelo a la entrada de la piscina de Boñar y a mi prima Maite y a mí rebuscando entre ellas para encontrar la nuestra y poder regresar a casa. Entonces ya envidiaba a mis amigas del pueblo porque tenían el privilegio de ir en bici al colegio, a hacer los recados, a pasar la tarde con los vecinos del municipio de al lado… Corría finales de los años 70, pero en Madrid a los niños ya nos habían echado de la calle. Solo nos quedaba agosto, y el pueblo, para disfrutar de la bicicleta a nuestras anchas. Tristemente, hasta en los pueblos, aquello se perdió. El derecho de los coches prevalece hoy en día hasta en las pequeñas carreteras rurales sin apenas circulación por donde ya no permitimos pedalear solos a nuestros hijos, mientras les machacamos repitiéndoles lo felices que nos sentíamos nosotros haciéndolo.
Y todo este rollo para explicar la envidia –de nuevo envidia, ¡qué horror!–, mejor admiración… Todo este rollo para explicar la admiración que me producen ciudades como Pontevedra, Irún o Mairena del Aljarafe (Sevilla), Mejorada del Campo (Madrid) y tantos otros municipios, grandes o pequeños, donde sus proyectos de movilidad están dirigidos al desarrollo de caminos escolares que devuelvan a los niños la calle. Cierto que en Madrid capital existen experiencias de caminos escolares, pero son tan testimoniales como el número de calles de prioridad peatonal. Aquí cuando le dices a otra mamá que cómo te gustaría que tu hijo pudiera ir al colegio en bicicleta, te mira como si fueras la más loca de las locas de las madres. Porque en Madrid lo que puntúa es ser sufrida “mamá-taxi” y llevar a los peques en coche hasta la puerta del cole.
Pero esto tiene que cambiar. Porque nuestras grandes ciudades no llegarán a ser nunca amigas de la bici mientras el uso de ésta última se incentive únicamente para movilidad de los adultos. Además de por cultura medioambiental y de movilidad sostenible, hay que facilitar los desplazamientos en bicicleta de los niños porque les beneficia en su desarrollo y formación personal. Si la bicicleta es saludable para todos, en los niños refuerza su sistema inmunitario, fortalece sus huesos y articulaciones, aumenta su capacidad respiratoria, combate la obesidad, etc. En el plano cognitivo y afectivo, fomenta su coordinación y equilibrio, su autonomía y su responsabilidad, el compañerismo y el respeto, su desarrollo intelectual y la autoestima… ¿Se puede pedir más?
Conozco a algunas parejas que llevan a sus hijos al colegio en bicicleta. Cada uno en su bici, a los niños les acompaña, a veces el papá, a veces la mamá. De vez en cuando van solos, es decir, en familia, pero en ocasiones hacen el trayecto con otros compañeros. Así es como comienza a organizarse un bicibús: un grupito de peques que van al cole en bici acompañados por un par de adultos. Basta con un par de padres motivados para poner en marcha este proyecto en el que, si funciona, se puede ir intentando involucrar a más compañeros, más padres, y quién sabe si al AMPA y al resto de la comunidad educativa. Todo es empezar porque si esperamos a que el colegio de nuestro hijo entre en algún proyecto tipo STARS, igual lo graduamos en ESO sin conseguirlo.
Lucía empieza Primaria el curso que viene y su padre y yo hemos decidido que vamos a empezar a llevar a la niña al cole en bicicleta. Lo único que vamos a solicitar al colegio, de momento, es que nos permita que la peque pueda dejar su bici dentro del colegio, dado que el centro dispone de parking de vehículos. Y tenemos previsto involucrar a más papás en esta “locura”. La segunda parte, a la vuelta de vacaciones.
Nota del autor:
Uno de los bicibús con más tradición de Madrid es del colegio Ignacio Zuluoga, que ya ha cumplido 7 años y está sirviendo de ejemplo y modelo para otros colegios madrileños. Visitad su blog, Con bici al Zuluoga, y ya me diréis si no os da envidia.