“Educar con el ejemplo no es una manera de educar, es la única”, Albert Einstein.
Por todo el equipo de feuvertenmarcha.org
Cada 30 de enero se celebra el día escolar de la paz y la no violencia y no podemos estar más de acuerdo con la afirmación de que la educación vial es una forma de promover la convivencia y la superación pacífica de los conflictos. Preocupa, sin embargo que, sumergidos en ese concepto paternalista que le hemos otorgado al Estado desde antiguo, cada gobierno de turno se arrogue el papel de único educador, marcando las normas de qué, cuándo y cómo enseñar, olvidándosenos al resto de la ciudadanía que en materia de educación vial todos podemos ser, directa o indirectamente, buenos maestros o alumnos, dependiendo de la ocasión.
Se dice y bien dicho que “todo es cuestión de educación” y el resumen lógico entonces sería que hay que educar. Los padres educan, la escuela educa, el entorno educa, las autoescuelas educan, la DGT educa, el gobierno educa… Hoy hay más libros, más medios, más escuelas, más foros, más formadores, más funcionarios, más leyes y más normas. Pero a la única conclusión que se puede llegar es que, disponiendo de tanto conocimiento a nuestro alcance, cada vez somos más mal educados. ¿Por qué? Porque no somos consecuentes ni coherentes con lo que enseñamos.
El primer pilar de la educación vial es el buen ejemplo, no basta solamente con la instrucción. Si no somos congruentes con lo que decimos, nopodemos esperar que nuestros hijos o nuestros alumnos se eduquen. Podemos seguir enseñando a nuestros niños que se cruza por el paso de cebra o a nuestros jóvenes que si beben no conduzcan; pero ¿de qué sirve tanta instrucción teórica si por las prisas cruzamos luego por el primer lado que podemos o cogemos el coche porque, total, por una cerveza; si aún no hemos comprendido que nuestra conducta, nuestro comportamiento, nuestra manera de ver y estar tiene mucha más influencia sobre ellos que todas las enseñanzas que les podamos transmitir?
…Y cuando la enseñanza y el buen ejemplo no son suficiente?
Lamentablemente no, no basta. Porque no tiene sentido imponer y luego enseñar normas de seguridad vial desde las instituciones públicas y, al mismo tiempo, incumplir su primer deber en esta misma materia y éste es, por citar un ejemplo, que todas las vías por las que circulemos, todas las calles por las que transitemos, reúnan unas condiciones, ya no decimos óptimas, pero sí mínimas, de seguridad vial.
Señalizaciones caducadas que no garantizan la buena visibilidad, tramos de carreteras con pavimentaciones gravemente deterioradas, obstáculos mortales en los márgenes de la vía, son problemas que presuntamente no pueden corregirse en su totalidad en estas circunstancias de crisis, pero que al ser el origen de buena parte de los siniestros viales, acabamos pagando entre todos por la vía de impuestos. ¿De verdad que tiene sentido ahorrarse 65.000 euros en la repavimentación de 1 kilómetro de carretera local y en su lugar gastarlo en la asistencia de emergencia, en la hospitalización y el tratamiento de las personas que sufran un accidente en esa misma carretera? ¿Qué de educativo tienen estas políticas de actuación? ¿Dónde está el ejemplo?
No se vayan, que aún hay más
Y ya llegados al punto de pensar que, cubiertos los tres pilares de la educación vial: enseñanza, buen ejemplo y buenas infraestructuras viales, viviríamos en un mundo ideal, alguien podría plantearse entonces que ya no sería necesaria la autoridad –como en su día ironizó un presidente español–. Pues no, diferimos, la labor de la autoridad continuaría siendo imprescindible. Porque la autoridad está para los irresponsables y, desgraciadamente, éstos nunca faltan.
Aunque cada vez son menos, irresponsables hay de todas las categorías y estratos sociales. Pero tiene delito que algunos de ellos sean, además, personajes públicos que por su profesión se han convertido en modelos sociales, auténticos referentes a imitar por nuestra infancia y juventud. Y lo que resulta imperdonable ya, es que formen parte de la propia autoridad encargada de salvaguardar la seguridad vial, que también se ha dado el caso. Delincuentes, no se les puede denominar de otra manera, pero por su mala educación. ¿Y no empezamos por ahí: afirmando que cada vez somos todos más mal educados?
Ignoramos si este es el mejor resumen de un año de trabajo. Podíamos habernos sometido a un test, pero entonces hubiera sido demasiado sencillo. Aún a riesgo de que nos evaluéis como pésimos alumnos, lo que sí afirmamos es que en todo momento hemos tratado de seguir vuestro buen ejemplo como fantásticos maestros. ¡Feliz Día de la Paz! Por la educación y la no violencia vial.