Por Maite Cañamares
Deberíamos empezar a sospechar de la insistencia de ciertos sectores de la industria del automóvil cuando, al comparar a dos personas, una a pie cruzando la calle, la otra conduciendo un vehículo que pesa más de una tonelada, intentan convencernos de que la verdadera amenaza para la seguridad es la primera.
Al peatón ha vuelto a ponérsele mote: ahora es un petextrian, en inglés, peatón distraído mirando el móvil y hasta –ya es el colmo–, peatón zombie. Pareciera que la gente que se desplaza a pie saliese de su casa a la calle con el único objetivo de jugarse la vida en una especie de ruleta rusa contra potentes y pesadas máquinas –los vehículos–, absolutamente inconsciente de que tiene todas las probabilidades de perder.
Para más inri, y por más estudios que se realizan –fuera, porque en España se investiga poco o nada–, aún no se ha encontrado ninguna evidencia empírica que demuestre que la distracción del peatón –por el uso del móvil, fundamentalmente, que es lo único que interesa ahora– esté detrás del considerable aumento de fallecimientos por atropello. Por el contrario, abundan las investigaciones en las que se demuestra que la velocidad y el tipo/modelo de vehículo –los SUV, más altos y más mortíferos en caso de atropello, y que según los últimos datos suponen ya el 60% de las ventas de vehículos nuevos– continúan siendo los factores de riesgo fundamentales –junto con la edad y la estatura del peatón– que determinan el número y el grado de lesividad de las víctimas de atropello.
Atendiendo a estas investigaciones, la ONU y muchos especialistas aconsejan el rediseño de las vías urbanas para lograr el calmado del tráfico, es decir, para reducir la velocidad vehicular. Entonces, ¿por qué tanta insistencia de algunos sectores en señalar y/o criminalizar directamente al peatón?
La respuesta quizás deberíamos buscarla en Silicon Valey y en el también famoso Centro de Transformación de la Movilidad de Michigan (MTC), donde todos los grandes fabricantes de vehículos trabajan en los retos de la ya prácticamente real movilidad robótica, es decir, el coche autónomo. El gran desafío de este tipo de movilidad vendría a ser algo así como, “múevete rápido, pero no mates a nadie”. Muy loable, tanto, que tan buen planteamiento está haciendo fracasar muchos de los ensayos de conducción autónoma en tráfico real. ¿Y por qué?
Porque en grandes avenidas de más de un carril por dirección, el coche autónomo se queda parado en los pasos de peatones ante los siempre rezagados que cruzan en el último momento cuando el semáforo está a punto de cambiar. Las personas aprovechan esta ventaja, continúan atravesando la calle, la circulación no fluye al interrumpirse y desaparece el “muévete rápido”.
Porque al pararse constantemente el coche autónomo para ceder el paso a los peatones, aumentan los siniestros leves de chapa por alcance trasero de vehículos convencionales conducidos por, curioso, conductores distraídos que no vieron que el vehículo –el aútonomo– paraba para ceder el paso. El coche autónomo se toma en serio el “no mates a nadie” y prefiere que sea otro coche el que le de a él.
Porque cuando la irrupción del peatón en la calzada es absolutamente sorpresiva, el coche autónomo pisa el freno a fondo ante el indicio de peligro y son los ocupantes del vehículo los que potencialmente se convierten en víctimas de lesiones.
Todo esto no está gustando nada en la industria del automóvil, que está viendo que al poner por delante la seguridad de las personas aplicando el “no mates a nadie”, se está dando de bruces con el “muévete rápido”, auténtico pilar sobre el que continúa sustentándose toda la ideología de la movilidad, incluso de la futura sin conductores.
Quien tenga la costumbre de seguir las informaciones sobre seguridad vial que se publican en los medios, se habrá dado cuenta de que, desde hace unos años y tomando como punto de partida al peatón, las corrientes de opinión están claramente divididas entre los que aplauden las nuevas tecnologías aplicadas al automóvil porque permiten que las personas caminen más seguras y tranquilas; y entre los que estigmatizan directamente al peatón de ser el responsable de que los avances tecnológicos no puedan cumplir la función para la que se desarrollan: el coche autónomo ralentiza el tráfico y provoca accidentes “por culpa” de los peatones despistados que se cruzan delante de él.
La pena: que la batalla la están ganando estos últimos, que además son los que disponen de recursos sobrados para ir haciendo calar la imagen en el imaginario colectivo del peatón despistado que camina distraído porque va concentrado en su móvil. Eso es exactamente lo que significa “petextrian”, un término que de seguir así entrará en breve en el diccionario, y que curiosamente acuñó Ford, fabricante de automóviles y uno de los pioneros en conducción autónoma con el Ford Fusion Hybrid, que en Michigan hasta reparte pizzas sin necesidad de conductor. Si no has visto el anuncio con el que se abre este artículo sobre el sistema de asistencia pre-colisión de esta firma, te invito a que lo veas ahora y compruebes cómo quedan representados en el mismo los peatones.
Y mal está que la industria continúe estigmatizando al peatón frente al conductor para que el primero regule su comportamiento frente al segundo. Pero peor aún es que los que tienen que legislar se crean esta milonga y se planteen incluso sancionar por “caminar distraído” en un intento de robotizar también a las personas que habitan la calle. Que esta última existía muchísimo antes que los coches y no con la única finalidad de circular, ¡que a la calle se sale también a distraerse!.
