Las cajas negras son determinantes a la hora de esclarecer siniestros en aviones y trenes, por lo que muchos se preguntan: ¿por qué los vehículos no llevan también caja negra? Pocos saben que la mayoría de los coches actuales las tienen instaladas de serie, lo que no es tan habitual es que los peritos de reconstrucción de accidentes puedan acceder a la información que contienen.
La reconstrucción de los siniestros viales de hoy es la base de la seguridad vial de mañana. Solo si se pueden reconstruir detalladamente las causas de un siniestro, los ingenieros podrán desarrollar las soluciones tecnológicas para reducir el riesgo en vehículos o en infraestructuras y los responsables de la seguridad vial, establecer normas que modifiquen las reacciones de los conductores. Determinar detalladamente el origen de los siniestros es fundamental para prevenirlos, de ahí que el tema de las cajas negras en los vehículos sea un clásico en las conversaciones de cuñados: “Todos los vehículos deberían llevar caja negra para saber en qué circunstancias se produjo el accidente…” “Lo de la caja negra en los coches es otra aberración que viola nuestra privacidad, para reconstruir accidentes ya están los peritos…”.
Al Cuñado 1 hay que informarle que la caja negra es una realidad que ya llevan todos los vehículos de serie, un elemento más del sistema de airbags. Se llama Event Data Recorder (EDR), es más pequeño que una cajetilla de tabaco, está situado a los pies del conductor y registra de forma constante velocidad, aceleración y frenazos, movimientos del volante y los parámetros de los sistemas de seguridad, incluidos los cinturones de seguridad. En caso de colisión, en el EDR quedan registrados los segundos del antes, durante e inmediatamente después del siniestro, con el objetivo de poder determinar si el airbag saltó o no saltó y si lo hizo, fue en el momento exacto. Las malas lenguas afirman que los fabricantes de automóviles empezaron a instalarlos para cubrirse las espaldas ante posibles demandas por mal funcionamiento de los airbags; la realidad es que han servido para mejorar sustancialmente este sistema de seguridad y pueden servir para mucho más dada la valiosa información que almacenan.
Al Cuñado 2 le respondemos por partes. Es cierto que para la reconstrucción de accidentes hay especialistas, muy buenos y menos buenos, como en cualquier otra profesión. Pero como llevan constatando los muy buenos en los últimos años, el análisis de los siniestros viales es cada vez más difícil dada la creciente tecnificación de los vehículos. Pongamos un ejemplo muy esclarecedor, por ejemplo, la investigación de las marcas de los neumáticos en el lugar de un siniestro. Por lo visto, el rastro de la huella de los neumáticos varía mucho en función de si en la fase de pre-colisión se han activado ABS, ASR, ESP o “demases” sistemas de seguridad del vehículo, lo que dificulta muchísimo determinar aplicando metodologías tradicionales cómo ha intervenido el conductor en función que cómo hayan funcionado los sistemas automáticos del coche. Teniendo en cuenta que ya muchos sistemas inteligentes de seguridad son obligatorios, lo coherente debería ser poder acceder a la información que almacenan los mismos si lo que se quiere es saber exactamente qué pasó en el momento previo al siniestro. Y ahí radica la importancia de poder recuperar los datos del EDR después de cualquier tipo de siniestro vial.
Por otro lado estaría el tema de la privacidad. Si bien todos los expertos en seguridad vial coinciden en que el EDR o caja negra del automóvil sería de gran ayuda en la reconstrucción de siniestros y, por tanto, en la futura prevención de los mismos, las leyes de protección de datos son muy estrictas en Europa lo que se traduce en que, mientras en Estados Unidos desde 2010 es obligatorio facilitar a las autoridades la información grabada del EDR tras un siniestro, en Europa existen ciento y un trabas legales en función del país y del caso para el que la información sea requerida. El debate lleva más de un década encima de la mesa de la Comisión Europea y no parece que vaya a zanjarse antes de 2020 como se esperaba, siempre bajo la sospecha de que las cajas negras se utilicen para algo más que reducir la siniestralidad. Esto último explica también que a día de hoy haya muy pocos expertos capaces de “leer” las cajas negras, un batiburrillo de códigos alfanuméricos que hoy por hoy solo está en manos del propio fabricante del vehículo o dispositivo.
En 2016, la Ertzaintza se agarró a una cláusula del seguro obligatorio, por la que el tomador del mismo autoriza a la policía a analizar libremente toda la información existente en caso de siniestro para tener acceso a la información del EDR. El tomador del seguro en este caso era un taxista acusado del homicidio de un cliente tras chocar contra un camión. La caja negra determinó que el taxista no pudo evitar la colisión porque al taxi se le “fundió” el ordenador del vehículo, quedándose parado éste bruscamente en medio de la calzada.
En este caso, el EDR fue fundamental para determinar la responsabilidad del siniestro, pero su verdadera utilidad es aumentar la seguridad vial arrojando datos que contribuyan a mejorar los sistemas de protección de los usuarios de la carretera. Y eso sin contar con el elemento disuasivo innegable que podría llegar a ser: quién sabe, a lo mejor desde hoy eres un poco más prudente sabiendo que todo lo que haces al volante se está grabando.